Guerras, pandemias y sufrimiento mental: La sociedad se enfrenta a desafíos cada vez mayores. El tema de la «resiliencia» preocupa a investigadores, también en el ámbito pedagógico. ¿Qué necesitan los jóvenes para seguir siendo capaces de actuar incluso en tiempos difíciles? Ioana Viscrianu, investigadora en la Sección Pedagógica, muestra que también la escuela puede fortalecer la resiliencia.
En sus orígenes, la investigación sobre resiliencia estuvo vinculada al estudio de catástrofes y sus efectos sobre las personas y las comunidades. La resiliencia se describía como una capacidad innata de resistencia de un sistema dinámico (por ejemplo, una persona o una familia) a pesar de circunstancias críticas. El enfoque principal de la investigación se centraba en las características y procesos dinámicos que ayudaban a individuos, familias o sociedades a adaptarse con éxito en situaciones adversas.
Con el tiempo, esta visión estática de la resiliencia fue cuestionada por nuevas investigaciones. Al observarse que diversos factores internos y externos influyen en la respuesta ante una situación estresante, la resiliencia fue reconocida como un proceso complejo. Este proceso ocurre como una interacción dinámica entre el individuo y un determinado desafío. Además, el contexto concreto de la situación cumple un papel decisivo. Por ello, no existe una definición cerrada de resiliencia.
La escuela como fuente de resiliencia
Qué permite o impide la resiliencia, y qué factores internos y externos contribuyen a ella, son preguntas fundamentales. Para poder actuar también en una situación de crisis, se necesita una caja de herramientas, es decir, una constelación de recursos que se transforman en habilidades.
Lo que surge como respuesta en una situación difícil y concreta es el resultado de una interacción entre capacidades que se manifiestan en forma de procesos internos o acciones. Se trata de procesos complejos de aprendizaje, transformación y cambio. La disposición individual, las experiencias y determinadas condiciones de vida son la base para construir una caja de herramientas personal de recursos, que luego se convierten en capacidades y, más adelante, en acciones. Este proceso acompaña a la persona durante toda su vida.
Capacidades en vez de solo conocimiento
Para el desarrollo de estos recursos que formarán parte de la caja de herramientas futura, la escuela como espacio de desarrollo humano desempeña un papel esencial. Hoy en día, muchos niños y niñas pasan todo el día en la escuela. Por eso, la escuela también debe equipar a los alumnos y alumnas con las capacidades necesarias para afrontar desafíos y contratiempos, es decir, para ser resilientes.
En el fondo, se necesita una educación que contribuya de forma significativa a dotar a las personas de capacidades transferibles y renovables. En un mundo en constante cambio, es necesario construir comunidades y sociedades sostenibles. La educación no debería basarse únicamente en el conocimiento, sino también en la capacidad de actuar.