Las relaciones entre las instancias corporales, mentales e individuales del ser humano están en constante relación y desarrollo mutuo.
Por lo tanto, como base de la acción pedagógica, la tarea consiste en entrenar y ampliar las posibilidades de percepción de manera que la atención pueda abarcar también este devenir. De este modo, el niño puede experimentar que se le ve en su mismidad. De este modo, el niño puede participar en el mundo con comprensión.
De este modo, el trabajo pedagógico-humanístico se convierte en una realización y autoconocimiento del maestro, que sigue formándose para poder corresponder un poco mejor a la amplia responsabilidad en la configuración del entorno del niño.