La consecuencia fundamental que se deriva de esta visión del desarrollo humano consiste en poder brindarle a la conformación de cada uno de estos ámbitos el cuidado apropiado según la edad. En la pedagogía Waldorf eso se traduce, por ejemplo, en una amplia gama de materias: las materias del movimiento como educación física, gimnasia y el arte del movimiento desarrollado por Rudolf Steiner, la euritmia, manualidades, jardinería, carpintería, pintura, plástica, música y formación del habla tienen el mismo peso dentro del programa lectivo que la matemática y las lenguas extranjeras.
Si se tiene en cuenta el proceso de emancipación anteriormente descrito, entonces el niño que sabe imprimirle un sentido a los movimientos de sus manos y sus brazos, también desarrollará un manejo diferenciado del lenguaje y de la capacidad crítica. A través de todas las etapas evolutivas, la pregunta primordial siempre seguirá siendo la misma: ¿Cómo organizamos la docencia como para inducir al niño a actuar por sí mismo en el lugar donde se encuentra de acuerdo a su predisposición y su desarrollo individual? Esta pregunta nace de una actitud fundamental de profundo respeto frente a la identidad propia del niño en cada etapa evolutiva y frente a su potencialidad de autodeterminación. Con ello, el docente sale a buscar al niño allí donde vive en ese preciso momento.
Zimmermann, Heinz: Waldorf-Pädagogik weltweit, Ed.: Freunde der Erziehungskunst, 2001.